Agresividad
Recuerdo que ya desde niña el enojo se apoderaba de mí. Mi madre me contó que en una ocasión, ella me tenía en sus brazos y yo le di una bofetada a causa del enojo que sentía por haber dejado la casa de la abuela y vivir un lugar que no me gustaba, tendría tres años.
En la primaria fui una niña miedosa, retraída y me era muy difícil convivir con los demás; Mi comportamiento emocional difería de los demás y me hacía blanco de Bullying, no sabía cómo defenderme, guardaba un gran odio y deseos de venganza siendo, una de mis frases preferidas era:¡ …“algún día me las van a pagar….” En la adolescencia, mi actitud cambió, decía que ya no me dejaría maltratar por nadie y comenzó mi guerra contra el mundo. Insultaba a mis padres y hermanos, golpeaba a los más pequeños, aventaba lo que estuviera a mi alcance. A veces, era tanto mi enojo, que optaba por agredirme físicamente, me arañaba, me arrancaba el cabello, golpeaba las paredes e incluso me cortaba. Peleaba con todo mundo en la calle, golpee a un chofer de transporte público, discutía con los dependientes de las tiendas, en los bancos, con conductores en medio del tráfico, fui a una estación de policía por reñir con otra conductora, la familia de esa mujer casi me lincha en la calle.
Años más tarde, caí en una gran depresión, acudí a pedir ayuda a la terapia del Movimiento Buena Voluntad 24 Horas de Neuróticos Anónimos, sin imaginarme que descubriría que soy una persona extremadamente irritable. Comencé a entender que hay otras manera de reaccionar ante las situaciones incomodas o difíciles para mí, si bien en ocasiones puedo volver a sentir enojo, ya no actúo cegada por él, de hecho, ya no experimento el mismo odio que sentía por mí, por las personas o por la vida. Esta terapia ha sido muy reconfortante, he descubierto el descanso que siento de no enojarme con aquella intensidad y el haber adoptado una actitud diferente ante las tensiones propias de la vida.
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Amargura
Desde que tengo uso de razón experimenté cierta sensación de inconformidad con todo lo que me rodeaba. No me agradaban mis padres, mi casa, las escuelas a la que asistía; simplemente detestaba mi vida y deseaba no haber nacido.
Sentía que no encajaba en ningún lugar, me daba la impresión de que lo único en común que tenía con mi familia eran los apellidos. Me sentía distinta a mis compañeros de escuela o a los niños de mi cuadra; ellos parecían ser felices. Desde mi punto de vista no tenían por qué serlo: vivían en medio de la pobreza y sus familias eran tan disfuncionales como la mía; sin embargo, ellos sonreían.
Sentía que no valía la pena vivir; no veía nada bueno el mundo, pues estaba lleno de conflictos, injusticias, inequidad, etc. La vida era una carga que tenía que llevar a mis espaldas. En una ocasión alguien me invitó a tratar de recordar algún episodio donde hubiese sentido alegría; no pude recordar alguno.
En ese entonces pensaba que tal vez en un futuro seria feliz: al terminar una carrera, ser independiente y poder tener cosas materiales. Ese momento llegó, pero seguí sintiendo amargura, un vacío enorme que nada llenaba. Busqué ayuda profesional en varias ocasiones; lograba estar bien por un tiempo, pero eventualmente recaía.
Años más tarde, después de una separación de pareja, busqué ayuda en el Movimiento Buena Voluntad 24 Horas de Neuróticos Anónimos. Me recibieron con gran amabilidad y algunas personas me relataron cómo habían superado dificultades emocionales similares a las mías. Con gran escepticismo empecé a acudir a sus reuniones, me invitaban a hablar de lo que llevaba dentro. Con el tiempo, la amargura, el hastío y demás emociones desagradables empezaron a disminuir, incluso fueron gradualmente reemplazadas por otras que no conocía, en particular la alegría de vivir.
El Programa de Recuperación de Neuróticos Anónimos implica un arduo proceso de introspección, pero los resultados han valido la pena. Va encaminado a encontrar una visión propia de la espiritualidad, que en mi caso llenó un gran vacío existencial. Ahora puedo disfrutar de la gente que me rodea y apreciar la belleza que el mundo siempre me ofreció.
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Angustia
Recuerdo cuando llegué al Movimiento Buena Voluntad 24 Horas de Neuróticos Anónimos, con un dolor infinito que provenía de no sé dónde, llena de angustia, ansiedad y miedo; lloraba todo el día sin saber cuál era el motivo de mi llanto.
El terror a salir a la calle me hizo imposible seguir trabajando. Mis insomnios eran muy difíciles de soportar; pensaba que pronto moriría. Las cosas empeoraban con los días; empecé a tener alucinaciones y a escuchar ruidos de campanas que no podía dejar de oír, por más intentos que hiciera: era la locura total.
Desde hacía un año era presa de fuertes diarreas; todo era inútil: doctores, medicamentos, estudios y hospitalizaciones no lograron detenerlas; pensaba que Dios me castigaba y que nada ni nadie me podría salvar. Mi vida estaba acabada, sin objetivos ni razón para vivir. A mis 35 años, todo estaba acabado para mí; visité psiquiatras, analistas, acudí a la religión, pero nada me tranquilizaba.
En esas condiciones llegué al grupo, pensando que si los médicos no habían podido hacer nada, pues a lo mejor allí tampoco, porque aparte de todo soy ciega, y lo más probable era que no me entenderían. Al darme la oportunidad de asistir a las sesiones de su salas, no sé cómo ni cuando, pero empecé a dejar de llorar, a dormir bien, y poco a poco me fui sintiendo tranquila. Hoy puedo asegurar que me salvaron la vida, que cambió totalmente. No sólo pude regresar a mis actividades anteriores, sino que pude estudiar una licenciatura y posteriormente una maestría en mi profesión. Neuróticos Anónimos me ha salvado de la locura y la muerte emocional .Hoy mi vida es tranquila y feliz; el sufrimiento quedó atrás.
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Baja autoestima
Llegué a esta agrupación a causa de una fuerte depresión, sentía que no valía nada y que lo mejor era ya no seguir viviendo. Me encontraba muy decepcionada de mí; sentía tener la obligación de saber más, de no dar oportunidad a los demás de humillarme con sus conocimientos.
Recordaba empleos que perdí por sentir que no los merecía, que cualquier persona que llegara a suplirme de seguro tendría una capacidad mayor que la mía.
Con mi esposo, que en ese tiempo era mi novio, sentía muchos celos, porque pensaba que cualquier mujer que se le acercara lograría enamorarlo para siempre y arrancarlo de mi vida. Hasta para comprarme ropa o recibir un regalo me acompañaba esta sensación. Pedí ayuda porque todo eso me provocaba mucha tristeza. Allí escuché muchas experiencias similares y poco a poco fui sintiendo la tranquilidad que tanto ansiaba. Hoy continúo en esta terapia porque me ayuda sentirme segura de lo que quiero y llego a realizar.
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Celos
Llegué al Movimiento Buena Voluntad 24 Horas de Neuróticos Anónimos porque mi novio me había sido infiel y yo sentía obsesión por buscar a la mujer, investigar todo sobre ella y vengarme de los dos.
En varias ocasiones le reclamé, lo amenacé. Fueron días en los que no podía comer ni dormir; me daba miedo salir a la calle, escuchaba voces, me la pasaba sentada en la orilla de la cama llorando, llena de impotencia y rabia de imaginarlos juntos, de pensar que tal vez me había sido infiel con mi mamá, con mis primas, mis amigas…
Todas la mujeres eran rivales para mí. Me sentía fea, gorda, vieja; me veía al espejo y no me gustaba mi imagen; me obsesioné con el ejercicio y con dejar de comer; pensaba que si volvía a atraer a mi novio con mi físico podría recuperarlo; todo esto hizo que mi salud física se deteriorara, y cuando fui con mi doctora y llorando le dije lo que había pasado con mi ex novio, ella me habló sobre ir a un grupo de Neuróticos Anónimos para que aprendiera a perdonarme, a perdonarlo y saber qué es lo que quiero.
En la terapia descubrí que desde siempre fui celosa con el amor de mis papás, de mi hermana; no compartía mis juguetes o quería los de los otros; si mis amigos tenían novias me molestaba y hablaba mal de ellas, si mis amigas tenían otras amigas me enojaba y dejaba de convivir con ellas; les decía que sus amigas me caían mal. Sentía que las personas me pertenecían, y que si yo las quería tenían la obligación de quererme también. Hoy en día con la terapia he aprendido que las personas no me pertenecen; que son libres como también yo lo soy. Tengo una mejor relación con mi familia y amigos, me han enseñado a quedarme callada, a no criticar y a disfrutar lo que sólo por hoy tengo.
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Celos y depresión
Yo llegue al grupo muy deprimida, con mucha angustia miedo y ansiedad, no tenía deseos de hacer nada, veía la vida monótona y aburrida. Me sentía insegura de mi misma, que no valía nada en especial por ser una persona con una discapacidad visual, sentí que cualquier mujer era mejor que yo, por el simple hecho de estar sana.
Tenía miedo de perder a mi pareja, de que me dejara por otra mujer, tenía miedo de quedarme sola , con la responsabilidad de mis hijos, por ese motivo , lo celaba mucho , yo le hacía constantes escenas de celos , teníamos muchas discusiones, donde nos faltábamos al respeto, la relación se fue desgastando hasta llegar un distanciamiento , los más afectados en esta situación fueron nuestros hijos.
Finalmente él se involucró con otra mujer, yo sentía que no iba a poder soportar esta situación y pensé que si el me dejaba yo me iba a matar o me iba a morir de tristeza sin él.
Al poco tiempo llegue al grupo, con la ayuda de la terapia , el apoyo de mis compañeros y el integrarme a los servicios y a trabajar con otras personas que tenían el mismo problema que yo , me ayudaron a superar esta dolorosa experiencia , que al final termino en una separación.
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Cutting
De las etapas de mi vida, considero que la más difícil fue la adolescencia aunado a que los problemas en mi casa se agudizaron pues el alcoholismo de mi padre aumentó, mi hermano entró a las drogas y mi madre padecía depresión que trataba de mitigar con alcohol.
Me sentía abandonada por ella y observaba que había enfocado sus esfuerzos en sacar a mi hermano de la adicción, juzgué que se había olvidado de sus cuatro hijos y de sí misma.
Experimenté gran frustración al no poder expresar lo que me pasaba. Había sufrido varios años de abuso sexual por parte de mi padre pero no podía hablar, era algo muy vergonzoso, pues ni siquiera estaba segura de que en realidad sucediera, esto ocurría mientras dormía y no me daba cuenta. El indicativo de que algo extraño pasaba por las noches era que al amanecer mis prendas de vestir estaban fuera de lugar.
Este sufrimiento interno tuvo como consecuencia el auto-agredirme. No recuerdo exactamente cómo tomé la decisión de cortarme la primera vez, creo, fue una forma más de lastimarme. Anterior a eso, golpeaba las paredes con el puño, me arrancaba el cabello y dejaba de comer cuando sentía frustración o enojo. Recuerdo vi una escena en una película, en la que un actor se cortó y su piel parecía como de mantequilla, no expresó dolor su rostro. Cuando yo lo hice la primera vez me dolió horrible pero noté que la crisis nerviosa por hablar y no poder o querer agredir a otros y tampoco poder se desvanecía, fue como una válvula de escape. El dolor emocional había sido reemplazado por el físico.
El cortarme se convirtió en un vicio, empecé con el brazo izquierdo, luego el derecho pero cuando vi que las cicatrices eran evidentes, sentí temor de que me preguntaran, así que dejé mis brazos por la paz y opté por las partes del cuerpo que oculta la ropa; después de que me cortaba, sentía culpa y vergüenza, juraba sería la última vez que lo haría. Ya no sólo eran los problemas en mi casa los que activaban la necesidad, también la angustia de no pasar algún examen o si la tarea no me salía.
Pasaba un tiempo de aparente calma pero si tenía alguna dificultad el deseo de cortarme volvía y lo llevaba a cabo. Veía ese vicio justo como el alcohol y las drogas, mi justificación era que no le hacía daño a los demás, como lo hacían los alcohólicos o drogadictos en mi familia, la cual, no llegó a enterarse cómo lastimaba mi cuerpo.
Esta conducta se manifestó también con mi ex pareja. Repudiaba sus agresiones verbales y físicas y quería lastimarlo al no poder expresarle lo que sentía, así que me cortaba cada vez que tenía una discusión con él.
Desde mi llegada a esta agrupación y gracias al respeto que se vive en la terapia, comenté estas situaciones tan dolorosas y vergonzosas para mí. Al principio sentía temor de ser juzgada pero noté que podía hablar con toda libertad y no se asombraban con mis relatos, al contrario, los compañeros me ofrecieron respeto y comprensión. El hecho de hablar con confianza de mis emociones de frustración y enojo ha hecho posible que vayan disminuyendo los deseos de cortarme, cada vez son menos frecuentes, si acaso los vuelvo a experimentar, sólo comento mis intenciones y estos pensamientos se esfuman. Por hoy, no he vuelto a agredirme, estoy aprendiendo a amarme, cosa que no hubiera imaginado fuera posible.
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Dependencia a la madre
Cuando llegué al Movimiento Buena Voluntad 24 Horas de Neuróticos Anónimos, no sabía que dependía de las personas. En apariencia hacía lo que quería, pero cuando empecé a escuchar a los compañeros me di cuenta de que desde niña me preocupaba mucho lo que mi mamá pensara y dijera de mí; trataba de comportarme de manera que a ella le agradara, a pesar que no me lo pedía.
Pensaba que era necesario hacerlo para que me quisiera más, por lo tanto, hice muchas cosas que no me gustaban o con las que no estaba de acuerdo, con tal de quedar bien con ella y acaparar su atención.
Su presencia y cuidados eran una necesidad para mí; cuando ella salía, yo sentía mucha tristeza, angustia y soledad. Lloraba, me daba miedo que no regresara y el solo hecho de pensar en que se pudiese morir me ocasionaba un gran deseo de morir también, ya que no soportaría vivir sin sus atenciones.
Si ella atendía primero a mis hermanos o me parecía que mostraba preferencia por alguno, era mucho mi enojo, hasta llegar a insultarlos.
En el Movimiento Buena Voluntad 24 Horas de Neuróticos Anónimos me he dado cuenta de que tenía mucho miedo a la soledad, sentía un vacío en mí y pensaba que no valía. Me han ayudado a dedicarme a actividades que me gustan, no para agradar a nadie, y a aceptarme como soy.
Ya estando yo en el grupo mi madre murió. Sentí dolor, pero mis compañeros me hicieron sentir que no estaba sola y, sobre todo, pude recibirlo con tranquilidad.
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Depresión
En el tiempo en que pedí ayuda emocional me sentía muy cansada, no podía levantarme temprano ni trabajar; sentía una total ausencia de fuerzas para luchar. Me costaba mucho trabajo caminar; aunque siempre he sido ligera, sentía como si pesara mucho, como si mi cuerpo no obedeciera las órdenes de mi cerebro.
También sentía una profunda tristeza. Me atacaba al escuchar una canción, o si una conversación me recordaba algo que me había dolido mucho, aunque procuraba que los demás no se dieran cuenta de que me seguía afectando.
Nada me interesaba. Perdí el gusto por las cosas que me agradaban, como los juegos de mesa, caminar, cantar o bailar. Me sentía como muerta en vida, aunque sin una razón aparente. Tampoco podía disfrutar de los alimentos. Llegué a sentir el deseo de ya no existir, por tanto abatimiento.
Al darme la oportunidad de conocer el Movimiento Buena Voluntad 24 Horas de Neuróticos
Anónimos me di cuenta de que lo que tenía era una fuerte depresión. Poco a poco fui sintiéndome tranquila, al conocer a muchas personas que la habían padecido y la estaban superando.
Me fueron levantando emocionalmente, hasta que logré despertar más temprano, empezar a lavar mi ropa, recobrar el apetito y disfrutar de los alimentos. Luego me animé a buscar trabajo y al cabo de algún tiempo me sorprendí volviendo a hacer las actividades que había abandonado.
Sigo asistiendo al Movimiento Buena Voluntad 24 Horas de Neuróticos Anónimos porque en él encuentro la comprensión, esperanza y fortaleza que siempre he necesitado para disfrutar mi vida.
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Depresión
Cuando conocí el Movimiento Buena Voluntad 24 Horas de Neuróticos Anónimos tenía cuatro años de estar encerrada en mi casa. Me sentía deprimida, triste, sin fuerza y con muchos deseos de dormir.
No sentía ganas de comer ni de bañarme; pensaba que mi vida no tenía sentido y que no valía la pena seguir viviendo porque mi futuro me parecía gris, lleno de sufrimiento. Me sentía vieja a pesar de que no lo era. Constantemente pensaba en morirme.
El día que comencé a planear el suicidio me enteré por casualidad de la existencia del Movimiento Buena Voluntad 24 Horas de Neuróticos Anónimos. La verdad acudí pensando que no me iba a funcionar y como último recurso, pues ya había intentado otras alternativas y no pude funcionar en ellas. Cuando empecé a escuchar personas que se sentían igual que yo, me puse feliz: ya no era la única.
Dentro del grupo empecé a recordar que desde niña me sentía infeliz, frustrada, triste, sola, con una sensación de debilidad, sin deseos de luchar, de crecer; que no me gustaba los padres que tenía ni mis hermanos, tampoco mi color de piel y de ojos, ni la casa en que vivía. Pensaba que Dios no me quería, que yo no le importaba.
A través de las experiencias de los compañeros, y de empezar a hablar de las cosas que me hacían sufrir, poco a poco me fui sintiendo mejor. Comencé a sonreír, a interesarme por los problemas de otros, a conocerme y aceptarme como soy y con lo que tengo. El Programa de Recuperación me ha ido ayudando a controlar mis depresiones y por hoy me siento feliz, con deseos de vivir y de hacer cosas.
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Devaluación
Llegué al Movimiento Buena Voluntad 24 Horas de Neuróticos Anónimos a causa de una fuerte depresión, porque sentía que no valía nada y que lo mejor era ya no seguir viviendo.
Me encontraba muy decepcionada de mí; sentía tener la obligación de saber más, de no dar oportunidad a los demás de humillarme con sus conocimientos.
Recordaba empleos que perdí por sentir que no los merecía, que cualquier persona que llegara a suplirme de seguro tendría una capacidad mayor que la mía.
Con mi esposo, que en ese tiempo era mi novio, sentía muchos celos, porque pensaba que cualquier mujer que se le acercara lograría enamorarlo para siempre y arrancarlo de mi vida.
Hasta para comprarme ropa o recibir un regalo me acompañaba esta sensación.
Pedí ayuda en NA porque todo eso me provocaba mucha tristeza. Allí escuché muchas experiencias similares y poco a poco fui sintiendo la tranquilidad que tanto ansiaba.
Hoy pertenezco a la agrupación porque me ayuda a lograr seguridad en lo que hago y quiero.
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Dolores físicos
Cuando llegué al Movimiento Buena Voluntad 24 Horas de Neuróticos Anónimos estaba sufriendo mucho, pero no me daba cuenta. Pensaba que mi depresión y los dolores que sentía eran normales.
Si me preguntaban por qué me había acercado al grupo, respondía que me sentía sola y triste. Padecía mucho del estómago, pero intentaba solucionarlo tomando purgantes y antiácidos.
Sentía que me brincaba el ojo, a veces me lloraba por horas; sentía que algo me caminaba en la cabeza.
Con frecuencia padecía insomnio, muchos dolores de cuello, espalda y brazo. Pensaba que era por el trabajo, incluso dejé unos empleos pensando que esa era la causa de mi malestar; tuve una bronquitis que me duró un mes, e incluso me dio asma y úlcera, pero nunca creí que fuera neurosis; pensé que me enfermaba como todos los seres humanos. Sin embargo, llegué a sentir que me ahogaba, que no alcanzaba a respirar, que estaba a punto de morir.
Ahora que estoy en el Movimiento muchas de mis enfermedades han desaparecido, al igual que las depresiones y todos los dolores de espalda, brazo y cuello. Por ello invito a las personas que tengan problemas semejantes a los míos u otros que los hagan sufrir, que se den la oportunidad de conocer el Movimiento Buena Voluntad 24 Horas de Neuróticos Anónimos y así se puedan sentir bien.
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Experiencia alcohol
Tenía 15 años cuando me embriagué por primera vez, ya siendo novia del padre de mis hijos. Comencé así una vida en la cual con cada borrachera salía a relucir todo lo que traía cargando en mi alma dolorida y angustiada, llena de vacíos y carencias.
Mi familia me daba vergüenza; estaba compuesta por quince miembros. La casa donde vivíamos era muy fea y en una colonia apartada; todo me hacía sentir vacío de pertenencia: ni la ciudad, ni el estado ni el país en el que nací y crecí llenaron ese vacío, pero el alcohol era un aliciente dentro de esa vida terrible y carente de sentido.
Recuerdo haberme agarrado con uñas y dientes a aquel ser humano, al cual siempre dije amar con locura y por el que hice cosas que a cualquiera avergonzarían, como fue pelearme con la familia completa, tener relaciones sexuales en cualquier parte y poner en sus manos mi vida y mi voluntad. También tuve cuatro hijos, no planeados, no deseados, no amados, que sirvieron de pretexto para seguir sintiendo tanta inconformidad e insatisfacción, acelerando la carrera loca con el alcohol, aunado al cigarro. Al final sólo logré que aquel ser humano que llenaba mi vida decidiera irse, dejándome en el total abandono, con cuatro hijos que tenían necesidades apremiantes de sobrevivencia, pero en vez de hacer algo bueno con aquella experiencia agudicé mi alcoholismo al grado de dejarlos en el abandono total. Tanto era mi odio y resentimiento hacia aquel hombre que quería borrarlo de la faz de la tierra, e incluso empecé a planear la forma de hacerlo. Eso provocó que dejara de dormir; casi me sentía en la locura, cuando alguien de buen corazón puso en mis manos un autodiagnóstico del Movimiento Buena Voluntad 24 Horas de Neuróticos Anónimos. Con eso salvé mi vida y a mis hijos, que ahora son gente de bien. Ahora veo que nací en el mejor hogar, con la mejor familia y en el mejor país, y que la inconsciencia me impidió disfrutarlos. Hoy puedo disfrutar la oportunidad de recuperar lo perdido y pertenecer, con amor y cariño.
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Experiencia hijos
Yo llegue al grupo llena de miedos, a salir a la calle, a las enfermedades, al clima a, a la noche, al día, a los hombres, a los carros, a andar sola en la calle, sentía pánico de repente de lo que en un futuro les sucedería a mis hijas quizás su destino era que se las robaran se murieran en un accidente, o a mi pareja, terror al pensar en un futuro sin dinero , pensaba que a mi pareja le iba a suceder algún accidente rumbo a su trabajo o en el mismo.
Mi hija desde los dos meses de nacida se empezó a enfermar y pensaba que ella se iba a morir le veía todos los días su cabecita como se le caía el pelo en su almohada, me daba miedo bañarla al verla tan delgada que creía que se me iba a romper y que no sobreviviría, estaba débil , vomitaba toda la comida, pero también cuando la llevaba al doctor no podía aceptar los diagnósticos por lo tanto tampoco le daba los medicamentos sentía miedo de intoxicarla más, no podía verla enferma pero tampoco estaba haciendo nada para ayudarla, eran días horribles de angustia y culpa hasta que llegaba al límite yo reaccionaba y le daba sus medicamentos a medias, nunca se los terminaba.
Empecé a tener fuertes pesadillas soñaba que se me caía al agua, que la agredían los perros y no podía defenderla, yo solo pensaba en ella, muy angustiada y preocupada, acudí a muchos doctores acabé con el poco dinero de la familia recurrimos a préstamos y un día terminamos en el seguro social pues ya no había para más doctores particulares, más adelante escuche en la radio un programa entero de neurosis y yo a pesar de todo trataba de encontrarle algo bueno a los días a la vida encontrar un motivo para seguir , en el radio me identifique tanto por lo que se comentaba de los síntomas de los miedos de los delirios de persecución y sobretodo me sentí que ya sabía de un lugar a donde yo podía ir y preguntar. A los pocos meses en otro momento de desesperación que tuve decidí ir en cuanto amaneciera al grupo que estaba más cercano, en un estado de angustia y llanto imparable temblando, nerviosa, sin bañarme pues era en lo que menos pensaba, y me recibieron unas compañeras, que afortunadamente eran amas de casa y madres de niños pequeños, continúe asistiendo conforme pasaron los días yo empecé a sentirme bien, a mi hija deje de verla delgada, la vi con vida entonces supe que no se moriría como yo pensaba todo el tiempo, me ayudaron a acoplarme con los médicos posteriormente, pues mi hija en verdad si estaba mal de salud y empecé a organizarme sin dejar de ir a las juntas pues era el lugar donde yo me sentí muy bien después de muchos años de búsqueda , descubrí que había más cosas que quería conocer de mí y de la terapia de grupo.
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Experiencia trabajo
Estudié una carrera que mi familia me dijo era buena, en la que iba a triunfar e iba a tener dinero, lo cual pensaba que era el objetivo cuando se es adulto, tener cosas materiales. Los primeros semestres sufría en silencio por que me sentía insegura de la carrera que había escogido, pensaba que no iba a lograr terminar y no la podía dejar o cambiarme por que ya se había gastado tiempo y dinero y no tenía idea de que otra cosa estudiar.
Realmente no quería estudiar una carrera me aterraba pensar ¿y que va a pasar cuando termine? ¿Dónde voy a trabajar? ¿Voy a tener el dinero para titularme? No tengo experiencia nadie me va a contratar, pero sentía que no se lo podía decir a nadie, que me iban a regañar que como pensaba eso, que le echara ganas. La verdad es que terminé mis estudios llena de miedos, de dudas, sin disfrutar nada, aterrada por el futuro, empecé a ejercer pensando que me iba a morir en el trabajo, que si hacía algo mal me iban a correr, que solo me observaban para ver en que fallaba, me llevaba mal con mi compañeras, criticaba su trabajo. Cuando llegué al grupo no tenía trabajo se había terminado mi contrato y pensaba que ya no iba a ejercer, que no me iban a contratar y que había mejores profesionistas que yo. Mi situación económica no era buena y me empezaba a desesperar, tuve que hacer una pausa y ver, que era lo que me gustaba de mi carrera, en que era buena y si quería trabajar en ella. Con ayuda de la terapia poco a poco recobré la confianza en mí, hoy me gusta lo que hago y he obtenidos buenos puestos, por hoy trabajo para servir y sentirme útil, mi objetivo primordial ya no es lo material.
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Inconforme con la vida
Desde que tengo uso de razón experimenté cierta sensación de inconformidad con todo lo que me rodeaba. No me agradaban mis padres, mi casa, las escuelas a la que asistía; simplemente detestaba mi vida y deseaba no haber nacido.
Sentía que no encajaba en ningún lugar, me daba la impresión de que lo único en común que tenía con mi familia eran los apellidos. Me sentía distinta a mis compañeros de escuela, o a los niños de mi cuadra, ellos parecían ser felices. Desde mi punto de vista, no tenían por qué serlo, vivían en medio de la pobreza, y sus familias eran tan disfuncionales como la mía, sin embargo ellos sonreían. Sentía que no valía la pena vivir, no veía nada bueno el mundo pues estaba lleno de conflictos, injusticias, inequidad, etc. La vida no era más que una carga que por desgracia tenía que llevar a mis espaldas. En una ocasión alguien mencionó que tratara de recordar algún episodio donde hubiese sentido alegría; no pude recordar alguno. En ese entonces pensaba que tal vez en un futuro sería feliz: al terminar una carrera, ser independiente y poder tener cosas materiales. Se llegó ese momento y seguía sintiendo amargura, un vacío enorme que nada lo llenaba. Intente buscar ayuda profesional en varias ocasiones, lograba estar bien por un tiempo pero eventualmente recaía. Años más tarde, después de una separación, busque ayuda en una grupo de doce pasos, las personas de ese lugar me recibieron con gran amabilidad y me relataron como habían superado dificultades emocionales similares a las mías. Con gran escepticismo empecé a acudir a sus reuniones, me invitaban a hablar de lo que llevaba dentro. Con el tiempo, la amargura, el hastío y demás emociones desagradables empezaron a disminuir, incluso, fueron gradualmente reemplazadas por otra que no conocía, alegría por vivir. Esta terapia implica un arduo proceso de introspección pero los resultados han valido la pena. Va encaminada a encontrar una visión propia de la espiritualidad, que en mi caso llenó un gran vacío existencial. Ahora puedo disfrutar de la gente que me rodea y apreciar la belleza que el mundo siempre me ofreció.
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Promiscuidad
Recuerdo cuando era niña haber deseado que llegara a mi vida el hombre ideal. Ese buen hombre que sintiera un gran amor por mí, que me diera respeto, que me considerara la persona más importante e interesante, que no pudiera disfrutar la presencia de nadie más.
Me dolía pensar que no merecía un hombre así, pues me consideraba una mujer completamente desagradable para los hombres; aunque recibiera halagos, nunca creí que fueran verdad, sentía que lo decían por lástima o por ver mi reacción.
Llegué a sentir urgencia de encontrar ese amor, que sería lo único que me daría felicidad y que me haría olvidar todos los problemas que tenía con mi familia, en la escuela y en el trabajo, pero los novios que tuve, aunque me hacían demostraciones de cariño, no les podía corresponder, y a pesar de sentir culpa no podía cambiar.
Cuando por esa actitud me quedaba sola, sentía un gran dolor y un deseo desesperante de recuperar a la persona que se había alejado. Pero a ex parejas que quisieron regresar las volví a rechazar, y nuevamente a sentir dolor por quedarme sola.
Decepcionada por no sentirme a gusto con nadie, empecé a vivir experiencias sexuales que pueden considerarse de peligro por las condiciones en que se llevaron a cabo, y muy dolorosas en el aspecto emocional, pensaba que, si al final de cuentas no iba a encontrar ese hombre maravilloso, qué más me daba irme hundiendo cada vez más.
Llegué a sentir asco y rechazo por las experiencias vividas, y el deseo de ya no existir.
Cuando supe de la existencia del Movimiento Buena Voluntad 24 Horas de Neuróticos Anónimos, descubrí que en él se trataba con respeto a todas las personas que se acercaban y me gustó mucho. Poco a poco fui conociendo la tan ansiada tranquilidad.
En la actualidad he podido ser feliz en varios aspectos de mi vida y ha ido disminuyendo la culpa y el rechazo que sentía por mí.
Me siento más segura de lo que quiero y me trato mejor cada día.
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¿Qué me ha brindado la terapia?
Recuerdo cuando simplemente el cruzar la calle representaba un reto. Eran tantas las cosas que atravesaban por mi mente. Que si la gente me observaba, que si les provocaba rechazo, que si me veía ridículo, que si mi aspecto era indescifrable.
Seguramente la gente de los autos me observaba, tal me decía mi mente y yo sin duda les provocaba repulsión. Nunca hubo una razón lógica para creer esto pero mis pensamientos estaban completamente entremezclados. Mi profundísima depresión, mi aislamiento, mi devaluación, mis resentimientos y al mismo tiempo una dependencia extrema hacia mis familiares (con los que vivía y con los que no), mi incapacidad para definir mi orientación sexual, mi fracaso académico y la sensación en general de que no servía yo para nada, me provocaba (todo en su conjunto) la sensación de no poder salir o permanecer en la calle, mucho menos pensar en trabajar o hacer cualquier otra cosa. El acercamiento al programa de recuperación, las experiencias de los compañeros, el sentimiento de pertenencia que me brindaron los servicios logró un cambio, diría, milagroso en mí. Después de cierto tiempo en el grupo, mucho menos del que yo hubiera imaginado, fui capaz de comenzar a hacer cosas, de salir, me abandono esa pesada loza que traía sobre la espalda, podía caminar por la calle sin experimentar ningún tipo de angustia. Cuando me di cuenta de esto me pareció increíble. Era cierto, mi vida había comenzado a transformarse una manera que nunca hubiera podido imaginar… me dirigía hacia los mejor días de mi vida.
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Somatizaciones
Siempre fui una persona que ha manifestado malestares físicos en respuesta a mi estado emocional. Desde la infancia sentí miedo a la gente, angustia a la asistir a la escuela, ansiedad al estar en mi casa y al salir a la calle.
Cuando era adolescente me aparecía urticaria en la piel cada vez que llegaba la semana de exámenes y padecí eso en toda mi época de estudiante, el médico me diagnóstico dermatitis nerviosa, posteriormente al ingresar al ámbito laboral empecé a padecer de un agudo dolor de estómago con inflamación al probar cualquier alimento, mi diagnóstico fue colitis nerviosa, eso aunado a reumas en los pies y manos, o contracturas musculares en el cuello o espalda, dolores de cabeza frecuentes y hasta llegué a presentar una fuerte pérdida de cabello, a lo que la dermatóloga me recetó ansiolíticos.
Al llegar al grupo me di cuenta que todas esos malestares eran originados por mis emociones, somatizaba físicamente mi angustia, tristeza, ansiedad, miedo y prisa, pues yo me guardaba todo lo que sentía no se lo comentaba a nadie.
En N.A. los compañeros con gran compresión escucharon todo lo que me ocasionaba sufrimiento y esas emociones comenzaron a disminuir al mismo tiempo que los malestares físicos, actualmente son muy pocos los problemas físicos que padezco, gracias al grupo.
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